Estos días en el CGAC podemos ver una retrospectiva de la obra del artista povera Gilberto Zorio. La exposición ocupa casi todo el espacio del museo aunque quizás hubiese necesitado aun más, ya que algunas de las piezas están casi encerradas.
Lo primero que los espectadores se encontrarán es un micrófono, elemento que les indica que no se encuentran en una muestra en la que deban observar sin más, es una exposición que pide la participación y la observación paciente de los asistentes a la misma, ya que sino muchas de las piezas estarán inacabadas. Pero como siempre que acudimos a este tipo de exposición se nos platea la duda de con que piezas debemos interactuar y con cuales no.
Para los que no conozcan la obra de Zorio probablemente tendrán que ver más de una vez las piezas, ya que dependiendo del momento en el que las vean estas no se muestran de igual manera. Este hecho puede determinar en exceso la forma de ver la exposición ya que se corre el riego de que toda esta experiencia se convierta en un juego, aunque por lo menos los juegos son divertidos.
Un detalle que no pasará inadvertido a los asiduos al CGAC son los cambios en la estructura de las salas. Estas modificaciones se han tenido que realizar para acoger o conformar algunas de las piezas. Es una oportunidad para analizar y redescubrir el espacio diseñado por Siza.
Por último, debemos decir que en esta exposición hemos descubierto que entre los que formamos este blog ha habido dos tipos de experiencias como espectadores. Unos se han visto incomodados por los acabados, hecho que ha devaluado su experiencia. A la otra parte del grupo estos detalles no les han molestado nada a la hora de disfrutar de esta exposición, que de todas formas consideramos recomendable.
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